Los banners constituyen uno de los elementos de más larga data en la historia de la publicidad en Internet. Hasta el día de hoy, este tradicional recurso sigue siendo uno de los aspectos más importantes a evaluar cuando se proyecta una campaña de marketing online. Ubicar anuncios en sitios web con altos niveles de tráfico puede aumentar en gran medida la visibilidad de nuestros productos, eventos o concursos.
Si bien los banners estáticos siguen siendo utilizados, desde hace ya varios años es evidente la preferencia de las empresas por banners animados, sonoros e interactivos. Por lo general, los anunciantes facilitan al equipo de diseño elementos gráficos (como el logo de la empresa, imágenes del producto y tipografías) que puedan ser editados para su inclusión en el banner. Con este material se diseña una serie de escenas por separado que, al unirse mediante efectos de transición, completarán la secuencia animada del banner. Este paso tiene lugar una vez que el diseño fue aprobado y se denomina «armado de matriz».
Una vez desarrollado el banner, se lo adapta a distintos formatos y medios, modificando tamaños y orientaciones para su ubicación en determinados espacios de la pantalla o su visualización en diversas plataformas. Estas medidas suelen adaptarse a ciertos estándares, no del todo rígidos (aunque son muy comunes, por ejemplo, los banners de 350×250 píxeles en el cuerpo del texto o los skyscrapers, verticales, de 160×600 píxeles en el costado derecho).
La animación suele realizarse a través de Adobe Flash, aunque las posibilidades de esta tecnología van más allá, permitiendo la creación de banners expandibles (que crecen en tamaño cuando hacemos clic o pasamos el mouse sobre ellos). Incluso es posible modificar de manera drástica el diseño de un sitio web generando alrededor de él un entorno de banners (skin). Esto implica acercar al usuario los contenidos del sitio en un marco de lectura que exprese las intenciones de nuestra marca sin resultar invasivo.